CASI NUNCA RECIBIMOS LO QUE DAMOS, PERO SIEMPRE DAMOS LO QUE SOMOS

 




Voy a contarles una historia que pasó hace algunos años, cuando una vez más me permití sorprenderme.

Corría el año 2006 y yo vagaba por Barcelona. Tenía 27 años y la curiosidad impune que sólo tenemos en la juventud viajando por otro país. Caminaba por la Rambla y antes de llegar al puerto, cerquita de la estatua de Colón, en uno de los edificios sobre la Plaça Portal de la Pau, ví en un balcón del segundo piso, un cartel que decía "Exposición, homenaje a Dalí", free. Me llamó la atención y decidí subir. Ya cuando iba subiendo las escaleras, antiguas y algo abandonadas, se escuchaba música clásica, a medida que subía los escalones cada vez era más fuerte. Llegué al segundo piso y me encontré con una puerta abierta y muchos cuadros colgados adentro, parecía no haber nadie. Entré y al girar la cabeza ví a un hombre sentado con sus piernas apoyadas sobre la baranda del balcón. Me gustó tanto esa figura a contraluz, con todo el arte en el interior que lo primero que hice fue intentar sacarle una foto, pero justo el me vió y se paró. Le dije, "No por favor Maestro, quédese como estaba". Enseguida supe que el dueño de todas esas obras era él, y no me equivocaba. Le pedí permiso para poder ver su trabajo y tomarle fotografías. Si bien no soy amante del arte surrealista, me encontré con una obra descomunal, de alguien que lo dominaba muy bien. En medio de la charla me contó de su admiración por Dalí, a quien había pintado cientos de veces, y con quien incluso había llegado a tener una relación cercana a una amistad.

La mayor parte de los cuadros eran desnudos, en ellos se veía repetidas veces una modelo rubia, con cara de nena. Imagínense mi sorpresa cuando la veo aparecer por la puerta. Se la veía igual que en los cuadros. Ahí estaban ellos, el artista y su musa, pero también estaba yo sacando una foto de ambos para llevarme ese momento.
El artista es Quimet Sabaté Casanova y al día de hoy sigue teniendo su atelier en ese mismo lugar. Hace un tiempito publiqué esta historia en mi perfil de Instagram, ilustrando la fachada del edificio y me Quimet me agradeció muchísimo el recuerdo. Creo que esa vez fui yo quien lo sorprendió a él. 

Que lindo es cuando la vida te da estas sorpresas y que plenos nos sentimos cuando dejamos que esto suceda. Aún sabiendo que "casi nunca recibimos lo que damos, pero siempre damos lo que somos", como pasó esa tarde en aquel taller. 

Después me fui caminando y me senté a descansar mirando los barcos y el mar enfrente.











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